sábado, 24 de julio de 2010

Porque definitivamente ¡me encanta perder el tiempo!

Por fin me decido y te explico lo que siento, cómo me siento.
No me das señales, lo cual me deja un amplio abanico de interpretaciones varias. Como que bien pasas de mí o que por lo contrario puede incluso que te haya molestado.

Después de seguir el consejo (sabio) de un amigo, me decido y te llamo. Me tachas de fría ¡a mí! (interpretándolo todo a tu manera, aun habiéndote puesto sobre aviso) y me dices de hablar... "- Quedamos y hablamos, aunque sólo hable yo"
Me tranquilizo, incluso pienso que te importa, y cuento los días y las horas para bajar y volver a verte. Para hablar y que por fin me dejes algo claro.




Y de repente me encuentro aquí, con la sensación de no tener nada. Con la rabia y la impotencia, con saber que no has parado en estos días en los que la agonía y el desaliento se apoderaban de mí.

¿Sabes lo que te digo? Que estoy cansada de esperar, porque cuando espero desespero y encima no recibo nunca nada a cambio. Que me pones de los nervios y que encima tengo que aparentar una fingida indiferencia que ni me va, ni se cree nadie.

Haz lo que te apetezca, que yo ya veré cómo me las arreglo. Es más, más tarde o más temprano sé que volverás a por mí. Cuidadito y no vaya a ser demasiado tarde...

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